THRILLER MADE IN CHILE: “42 DÍAS EN LA OSCURIDAD”

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Por Claudia Lagos Lira

Promocionada con justa razón como la primera serie chilena para Netflix, 42 días en la oscuridad (2022) consta de seis episodios de entre 41 y 59 minutos cada uno, con un elenco local de dilatada trayectoria en el teatro, el cine y la televisión, tanto en series como telenovelas; dos directores jóvenes que por primera vez estuvieron tras las cámaras para una producción seriada y, detrás, la productora Fábula, ya fogueada en realizaciones y co-producciones con potencial de circulación y proyección internacional.

La miniserie gira sobre un caso policial real de alta connotación pública, contado en clave de drama y suspenso. Series anteriores, ya reseñadas en Primer Plano, han demostrado que estas características resultan atractivas para públicos tanto locales como internacionales. Según información de Netflix, la serie se mantuvo varias semanas entre las 10 series más vistas en Chile.

No se queje si este artículo contiene spoilers porque la serie, estrenada hace más de dos años (en mayo de 2022), está basada en hechos reales investigados por un reportero premiado como es Rodrigo Fluxá, quien los reconstruyó en el libro Usted sabe quién. Notas sobre el homicidio de Viviana Haeger (Catalonia, 2019). Este es el punto de partida de la serie, en cuyo guion participó Fluxá. Los protagonistas tienen nombres de ficción, así como también fueron agregados personajes ficticios y cambiados ciertos eventos o reacciones de quienes interactúan.

LA TRAMA DE LA MINISERIE

Verónica Montes (Aline Küppenheim) se le pierde la pista la mañana del 29 de junio de 2010 cuando no recoge a su hija mayor después de clases, como había dicho que haría. Su esposo y sus dos hijas la vieron por última vez en su casa, parte de un condominio exclusivo en una ciudad del sur de Chile. Tras volver a casa caminando, la adolescente no encuentra a su madre, quien tampoco responde su teléfono móvil. No parece haber sido un robo pues los objetos valiosos no han desaparecido del hogar. Su marido, Mario Medina, interpretado por Daniel Alcaíno, asegura haber recibido una llamada durante esa mañana en la que le exigían dinero para liberar a su esposa. Medina mantiene una actitud calmada que, para algunos como la familia de Verónica, es sospechosa; para otros y él mismo, se debe a su carácter parco y a su esfuerzo por transmitir calma a sus hijas en un momento de crisis.

La búsqueda la empuja principalmente Cecilia (Claudia Di Girolamo), hermana de Verónica, con el apoyo de su esposo, Arturo Fernández (Daniel Muñoz) y de Víctor Pizarro, un abogado-vuelto-investigador privado (Pablo Macaya), que ha caído en desgracia por malas prácticas y lidia con sus propios problemas como padre separado y más bien ausente de la vida de su hijo adolescente. Lo apoyan en la tarea sus dos amigos-socios en el negocio de la investigación privada: Braulio (Néstor Cantillana) y Nora (Amparo Noguera). La historia ilustra los privilegios de eso que llaman pueblo chico, infierno grande, el clasismo y las negligencias de las instituciones (policía, justicia) y el acoso de una prensa regional y nacional pre-redes sociales.

Claudia Di Girolamo como Cecilia y Pablo Macaya como Pizarro. Foto: Diego Araya Corvalán/Netflix ©2022

NATURA, CRONOS Y HAY ALGO ALLÁ AFUERA

La obra está estructurada en seis episodios. Claudia Huaiquimilla (directora de los largometrajes de ficción Mala Junta y Mis hermanos sueñan despiertos) y Gaspar Antillo codirigieron cuatro de estos Estas cosas no pasan acá (1); ¿Qué dirían de ti si desapareces? (2); Día 42 (3) y No creo lo que dicen (5). Antilo dirigió el tercero (La casa del frente) y Huaiquimilla, el final, Cada vez más a oscuras. Ambos recibieron el premio Produ 2022 a la mejor dirección de serie o miniserie, otorgado por la industria audiovisual iberoamericana.

De entre muchos ángulos desde los cuales abordar esta obra, hay algunas dimensiones que quisiera destacar: la naturaleza no como mero paisaje o decorado, sino como un personaje central; la (des)estructura de los distintos tiempos de la narración;  una representación de la víctima a contrapelo, y, finalmente, la relación de la serie de ficción con el o los mundos de referencia que evoca.

La trama se desarrolla en una ciudad del sur de Chile (los hechos reales en que está basada la serie ocurrieron en Puerto Varas, región de Los Ríos), al borde de un lago inmenso. La naturaleza es feroz y deviene en un personaje central en la historia: el clima frío, lluvioso y gris, un bosque tupido, el lago, la cordillera y sus volcanes dan vida a ese espacio que envuelve la trama y engulle a los personajes; es omnipresente y abrumador. La vegetación es exhuberante, y un lago que parece no tener horizonte ni fondo, es capturada en planos generales que intervienen en la forma en que sentimos el encierro, la oscuridad, la humedad de manera permanente. Otras escenas retratan a los personajes solos, conduciendo en medio de este entorno, mientras llueve y lidian con la angustia (de saber a la hermana desaparecida) o la suspicacia (de sospechar de la policía, el esposo, un antiguo amante).

Todas estas características sostienen un ambiente opresivo, un entorno difícil de domesticar y elementos que están fuera del control de los seres humanos. De estos seres humanos cuyas historias se entrelazan al ritmo del thriller, a tono con una banda sonora en manos y voz de Niña Tormenta, el nombre artístico de Tiare Galaz, quien escribió Mirada encendida para las escenas finales y créditos del último episodio.  

Es el peso de una vida / repartido en tantas partes / Pedacitos de memoria / que se guardan, no se olvidan / Lo que sientes cuando miras / Ese brillo de sus ojos / Es el peso de una vida / Una mirada encendida.

Vamos a guardar este atardecer para cuando queramos volver a verlo”, dice a la cámara Verónica, sonriendo, en una imagen que evoca las grabaciones caseras y captura un atardecer soleado desde la orilla del lago. Es el retrato en movimiento de la víctima quien en la serie nunca aparece muerta, cadáver, sino luminosa, querida, en los recuerdos de su hermana y de sus hijas, visibilizada a través del lente de los videos familiares. Aparece en flashbacks que, material y técnicamente, tienen la textura de la nostalgia, de la imagen polaroid, en colores cálidos que contrastan con la paleta del resto de la serie, húmeda y gris. El entorno natural hostil se vuelve cálido, primaveral y adquiere colores anaranjados. Y mientras ella es retratada en escenas que no tienen un orden cronológico sino más bien emotivo, la trama de la desaparición y búsqueda sigue un tiempo cronológico, marcado por el número de días que transcurren desde que se esfumó.

En efecto. Verónica aparece siempre viva. Su cadáver solo es insinuado cuando la policía lo encuentra en la buhardilla, al costado del dormitorio matrimonial, en la misma casa que la policía se supone había revisado tantas veces, durante 42 días. En una toma filmada desde adentro del hueco hacia fuera, uno de los detectives se agacha e ingresa por una pequeña puerta; y apenas se distingue un bulto en la parte baja del encuadre. El montaje intercala la secuencia del hallazgo con la llegada de Cecilia quien, en la entrada de la casa encintada por la policía y los forenses, se desfigura de pena y en cámara lenta, mientras una detective le impide, amorosamente, el paso.

Sobre la pista de sonido ahogada de su voz quebrada se escucha la de Niña Tormenta y, ambas, a su vez, se montan entre los recuerdos cálidos de quien, ahora, sabemos, saben, que está muerta. La llegada a la escena de Berta, la madre (Gloria Münchmeyer), se ahoga en un grito mientras cae la noche sobre el lugar del crimen. Su desgarro, sostenida por su Cecilia y su yerno, queda en un segundo plano sonoro mientras se escucha

Esa voz / se me fue / ya no escucho la niñez / esa vida / bendecida / no respira ya en la piel

y los detectives rompen la muralla de material ligero que separa el dormitorio matrimonial del hueco donde encontraron el cuerpo. Que nunca vemos.

Finalmente, el mundo de referencia al que está anclada esta serie de ficción inspirada en eventos reales, contribuye a tejer la verosimilitud de la historia y también el caso específico, chileno. Se trata de huellas que evocan artefactos que remiten a ese momento y a ese lugar de manera suficientemente local como para identificar allí las portadas de diarios que se parecen a los de la prensa regional de 2010 o los logos de los canales de televisión locales y nacionales, inspirados en los reales. La audiencia nacional, local, puede sentirse interpelada y reconocida en esas huellas, del mismo modo que se trata de recursos suficientemente neutrales como para ser decodificados por audiencias internacionales o no familiarizadas con los eventos que inspiraron la serie y que, por lo mismo, hace a esta serie viajable (geográfica, cultural o generacionalmente).

LA ATRACCIÓN POR LOS TRUE CRIME Y EL SUSPENSO

El llamado true crime se ha convertido en un género muy popular: hay podcasts, series de ficción basadas en hechos reales, documentales sobre asesinos en serie o sobre cómo los detuvieron o cómo ha sido su vida en la cárcel… El género ha experimentado un incremento explosivo en volumen de producción y circulación, en popularidad, en fenómenos virales online y en debates éticos que van desde cuán justo es reflotar crímenes cuyos sobrevivientes o sus familiares aún están vivos y que no tienen ningún tipo de rol público o visibilidad social (ni la quieren) hasta la glamorización del crimen y de los asesinos en serie.

No es la excepción 42 días en la oscuridad. Pese a su tratamiento sutil del femicidio, lejos del morbo, se inspira en un caso policial: Viviana Haeger desapareció de su casa en un condominio en un barrio de clase alta de la ciudad sureña de Puerto Varas; la policía trató con guante blanco al esposo, con más respeto del que ha mostrado en sucesos donde los involucrados tienen menos recursos económicos o simbólicos. La prensa regional y nacional hizo un festín. Haeger apareció en la buhardilla de su casa 42 días después de su desaparición. Su esposo fue declarado inocente del cargo de haber contratado a un sicario para secuestrarla y matarla. El autor material, en tanto, sí fue condenado por el homicidio; pero el tribunal no pudo probar su afirmación de haber sido contratado por el viudo.

Fluxá (*), autor de varios libros de investigación, siguió el caso durante cuatro años, realizó medio centenar de entrevistas, revisó las cinco mil páginas del expediente judicial y asistió al juicio oral durante los cinco meses que este duró. Al cierre de esta edición, su pluma también está detrás del guion de una serie de ficción para igualmete para Netflix, producida por Fábula (también) y basada en el caso de Jorge Matute Johns, un joven que desapareció en Concepción, en 1999, y cuyo cadáver fue encontrado en 2004. La familia criticó públicamente el proyecto y advirtió emprender acciones legales para impedir la producción. Fábula y la familia Matute Johns llegaron a un acuerdo en que no se utilizarán nombres reales, por ejemplo. Así que tendremos más thriller made in Chile y de alcance global.

42 días en la oscuridad. Dirección: Claudia Huaiquimilla y Gaspar Antillo. Guionistas: Rodrigo Fluxá, Claudia Huaiquimilla y Enrique Videla. Reparto: Claudia Di Girolamo, Pablo Macaya, Daniel Alcaíno, Aline Küppenheim, Gloria Münchmeyer, Amparo Noguera, Néstor Cantillana, Claudio Arredondo, Julia Lübbert, Daniela Pino. Casa productora: Fábula.  Thriller en 6 episodios. Chile, 2022. Disponible en Netflix.

Esta columna recoge parte del trabajo y debates de los integrantes del Núcleo de Investigación en Televisión y Sociedad de la Universidad de Chile (NitsChile) y al Grupo Temático de Incom: Estudios de Imagen, Cine y Televisión.

https://www.latercera.com/culto/2022/05/12/42-dias-en-la-oscuridad-que-es-real-y-que-es-ficcion-en-la-primera-serie-chilena-de-netflix

(*) Rodrigo Fluxá tiene una profusa producción periodística sobre casos policiales, parte de ella compilada en el libro Crónica Roja (2016); o en volúmenes colectivos como Los malos (Guerriero, 2015) donde es responsable del capítulo Predador, perfil de Julio Pérez Silva, el asesino en serie en Alto Hospicio (norte de Chile, fines 1990, inicios 2000), que dio origen a su participación como guionista de la serie La Cacería. Es autor del documental sonoro ¿Quién mató a Ana Cook? (2023, disponible en varias plataformas).


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